De amores cancelados (Zamba Lentín X)

D

—Endisculpe don Hilario, pero usté y yo estamos necesitando prosiar largo y tendido

—¡A la maula, amigazo! ¿tanto así?

Ansina mesmito, tenemos que hablar usté y yo, y va a tener que ser antes de la milonga d’este sábado

—-¡No me diga! ¿Y qué urgencia le ha picao si se puede saber?—. Los dos hombres caminaban bordeando un monte de espinillos en la zona de Achar, rumbo a San Gregorio.

Unos días antes habían estado en un festival en Durazno y tras el consabido descanso -y un lechón hecho con la lentitud y el respeto que el porcino merece cuando es colocado costillar pa arriba sobre la parrilla-, bien regados en cuerpo y alma por un abocado dulce traído de Canelón Chico, los dos compadres habían emprendido una marcha lenta, de a pie, con los caballos marchando cansinos como empujando la rienda.

—Tenemos que hablar del repertorio.

—¿Del repertorio? ¿Ta queriendo meter alguna pieza nueva? Haber dicho hombre, me estaba asustando la urgencia…

—Es que no es de meter músicas, sino de sacar algunas que pueden ser complicadas de cantar. 

—¿Cómo así?

—Es que nos pueden cancelar, Don Hilario

—¿…?

—Lo dejé pasmao, disculpe. Cancelar es una cosa que se ha puesto de moda, sobre todo entre los jóvenes.

—¿…?

—Es que de golpe, sin avisar antes, deciden que no lo van a escuchar más. O no lo van a ver más en la tele ni el cinematógrafo. Hasta han dejao de leer cosas, o d’escuchar radios por las músicas que pasa.

—Disculpe que le haga silencio, pero es que no sé de qué carancho me está hablando. ¿Usté está seguro que no se le subió el vino de anoche a la mollera?

—¡Ojalá fuera el vino! Pero no. Esto es algo que hacen.

—¿No me dijo que es que no hacen? No ven, no leen, no escuchan…

—Si, pero es hacer no haciendo, porque además le dicen a todo el mundo que no hagan.

—¡Mire usté! Como cuando en los tiempos de mi tata los comunistas del pueblo hacían un boicó a una fábrica que pagaba malos sueldos?

—Parecido.

—Y nosotros estaríamos pagándole mal ¿a quién? Porque nosotros cantamos nomás, canciones que ya no son de naides, son de la tierra, del campo, de la gente, de los potros y los pájaros

—Sí, sí, pero el asunto es justo eso que cantamos. Lo que dice es ofensivo.

—… Usté me está agarrando pal churrete amigo Alfonso, y yo caí como chorlito…

—Que no, Don Hilario, que no. Es que cuando la gurisada más letrada, de los pueblos grandes decide que una canción es ofensiva, ahí van y lo cancelan a uno. 

—Pero si nosotros ni cantamos en la ciudad. Somos más bien de trilla y festival de cosa criolla, el mate, la tortafrita, alguna esquila, un beneficio d’una comisión fomento.

—Pero usté vió como funciona la cosa con las modas, don Hilario. Llegan cada vez más rápido. Y la gurisada las copia enseguida. Pa no estar tan pueblerinos dicen. Porque además, lo que es moda no incomoda. 

—¿Y qué cosas usté encuentra que puedan ser ofensivas, amigazo? Porque yo sigo más desorientao que Adán el día e la madre…

—Bueno, mire, el otro día, un suponer, vino una gurisa y  me dijo que las coplas esas de Zitarrosa que tanto le gustan son una incitación a la violencia e’ género,  por eso de que “a la mujer cuando es buena y la mujer cuando es mala”.

—Ahhh, bueh. Sí. Si uno se lo va a tomar enserio, es medio jodido sí, pero nosotros no andamos llamando a naides a que agarre a la china a mamporros.

—Siempre hay algún distraído que no entiende, don Hilario.

—Más bien zonzo que distraído, pero se entiende.

—Ahí tiene otro ejemplo. Zonzo no, es ofensivo. Ahora se dice neuro divertido o algo así…

—Usté me está agarrando pa’l chijete, y yo entuavía me quedo escuchándolo como un pavo. 

—Pero no hombre, no se puede decir nada que a uno no le vaya a gustar que a uno le digan. Si yo le digo zonzo o lo agarro de gil, o lo llamo de pavo, o babieca, usté se me va a ofender a la corta o a la larga.

—Y… calcule que ya medio le ando haciendo unas paciencias que la mama no sé si tuvo conmigo, así que calcule…

—Por eso le digo, esa no se puede cantar más.

—Con lo lindazas que son esas coplas. Pero vamo a no andar ofendiendo, que si no vienen a la milonga la paga mengua.

Ansina mesmito.

—Y digamé amigo, buscamos alguna mayiya d’esas suyas, o unas polcas pa’ que la gente sacuda las patas… Y yo me guardaré pa’l final y les cantaré Duerme negrito, como pa’ avisar que hay que dirse yendo.

—¡No don Hilario, no! Negrito tampoco vaya a decir, que ahi sí que estos pueblerinos nos van a cancelar hasta los caballos.

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Edh Rodríguez

Nació en Mercedes en 1972. Escuchador compulsivo de rock, pop, blues, jazz y otras yerbas. No le incomoda ver cien veces la misma película, ni leer de nuevo los mismos libros de siempre. Sigue sin saber bailar tango.

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