¿Dónde está la música?
La música está en los cables.
Gustavo Cerati
—Ando preocupado —Don Hilario, hablaba sin parar, metiendo ropa en un bolso de mano— yendo al pueblo, al hospital, a cuidar al Tavito, mi sobrino…
—¿El Tavito? ¿Qué le pasó? Deme un momento que lo acompaño —Lacerda ya se ponía en pie como para seguir a su compadre—.
—No se moleste hombre, nada grave con el gurí. Es que tiene la guitarra enferma…
—¿Cómo así?
—Una guitarra roja, que se compró en una ida a Buenos Aires con la madre, hace unos años…
—Ah! Doña Flor… —Lacerda sonrió haciendo un gesto como quien busca alejar un recuerdo o una picardía— ¿Cómo anda?
—Bien don Alfonso, bien. Como siempre cuidando bocha de gurises ajenos, ahí en el pueblo.
—Sigue en el Consejo del Niño… pura vocación, se ve.
—Se ve que sí. Pero no distraiga hombre. Parece esas introducciones de canciones gringas, largas como día sin pan.
—Disculpe hombre, uno pregunta de atento nomás.
—Bueno, bueno. No se me ponga delicado. Cuestión que el Tavito, se compró la dichosa guitarrita roja después de escuchar al gringo aquel que nos visitó hace tiempo
—¿Yonson?
—El mismo
—¿Y por eso se internó? Al final resultó contagiosa nomás la tristeza del folclor ese… que es bastante mistongo, no le viá’ negar, pero cada tanto mete unos aceleres y unos quiebres que le alegran cualquier fiesta
—No, hombre, no. La enferma es la guitarra, no él. Le cuento de camino a la estación de tren, ya que se puso de pie.
Los dos hombres salieron, caminando veloces por la callecita de tierra, hacia el sitio en que la estación, firme como un soldado al costado de la vía, marcaba el límite del poblado. Entusiasmado, Zamba Lentín seguía comentando
—Resulta que el folclor ese de los gringos, parece que medio lo robaron los ingleses, y se lo llevaron pa’ la isla esa en la que viven entre dragones, piratas, fantasmas y reyes.
—Se ve que es tierra de guapos la isla esa, yo siempre oí a mi tata decir que bastante bien le habían aguantado la parada a los alemanes en la guerra. Y esos no eran changa, por lo que se ve en las películas.
—Ya se distrajo de nuevo, amigazo. Usté es como la acordeona esa suya, siempre metiendo brillos y melodías por tuitos los costados. Diga que uno es porfiado con las bordonas, y le mantiene el ritmo, que si no… —los dos rieron con una de esas carcajadas francas que iluminan hasta la noche más negra, y siguieron marchando, sin perder jamás el hilo de la conversación—.
—Resulta que en Inglaterra un montón de gurisada joven, agarraron en el aire los blues de los gringos y se lo llevaron a las ciudades de ellos. Usté vió que el sonido de la ciudad siempre es más sucio que el del campo. Como el aire, que nunca es igual de clarito en el centro del pueblo que en la pradera al lado del río.
—Las montoneras de gente siempre dejan todo más turbio, sí. El aire, los sonidos, hasta las miradas a veces.
—Y como buena gente de ciudá, todo lo hacen con electricidad. Si uno les saca los cables, se apagan en serio las ciudades. Y su gente.
—Es cierto eso que dice, pero ahora es usté que me da vueltas y no me llega al punto de la cuestión…
—Los inglesitos estos les meten cables y cosas a las guitarras, para que suenen más fuerte. Chillan y gritan a lo loco cuando las enchufan. Y de tanto chillar, parece que se quedan mudas, chatitas, apretadas, como sin aire. Afónicas quedan y cuando una las toca sin enchufar suenan bajito, como susurro en quilombo, que uno nunca sabe bien qué es lo que se dice.
—Mire usté. Así que le meten cable pa’ que suene fuerte, y las terminan dejando mudas. Qué cosa más rara. Bien de gringo.
—Y el Tavito se había comprado una de esas. Roja, chatita, con cuernitos
—No me dirá ahora que le hablaba en inglés, o que era muda
—Un poco de las dos cosas…
—…
—Enchufada parece que acompaña, grita, susurra, chilla, asegún cada uno le haga…
—¿Y…?
—Y, resulta que el Tavito iba a tocar en una milonga en San Dios, por los pagos de Soriano. Quería aprovechar pa’ presentar la elétrica y ver qué tal lo tomaba la paisanada.
—Linda zona, ahí por Cuchilla del Perdido, Palo Solo y esos sitios. Años que no vamos
—Y justo el día antes cae tremendo ventarrón por la zona. Fuertazo, que dio por tierra con kilómetros y kilómetros de cable de UTE.
—Macana
—Y como le venía diciendo, la guitarra esa, es lindaza, pero sin enchufar, es muda.
—Pero… Gran siete!!!
—Y ahí quedó el gurí sin poder tocar. Amargado, que se había ensayado unas cuantos de esos blus modernos de los ingleses. De unos trovadores de ahí, Cláton y Mayal. Porque él desde que anda con la guitarra esa, le da a ese tipo de folclor. Dice que la música está en los cables.
—Y sin luz… no se ha de poder
—Con los cables muertos, parece que ahí le quedó la guitarra, de mistonga pa’ afuera. Tristona, tristona.
—¡Pobre!
—Tan tristona, que se la llevó a internar unos días, por depresión que es como el folclor ese gringo, pero más brava, porque no dice ni mu…
—Y la guitarra al final, es igual que el criollo. Si se calla, es pa’ pior.