Atención al cliente

A

(Sonido de teléfono)

—Hola, buenas tardes. ¿Es usted el señor Elías Galíndez?

—Sí.

—Lo llamamos del servicio de atención al cliente de la empresa fúnebre Costa, Costa y Fliskanterbacker hermanos.

—¿Qué pasó? ¿Hay algún problema?

—Al contrario. Estuvimos buscando a nuestros mejores clientes en la base de datos y nos complace comentarle que usted se encuentra dentro de las personas elegibles para nuestra promoción.

—Ah, qué bueno.

—En nuestra empresa, tenemos por norma agasajar a quienes confiaron en nosotros por largo tiempo. Esta promo está pensada para quienes siempre estuvieron al firme con nosotros, aún en los peores momentos del país. Por eso, ahora que sabemos que está próximo a llegarle su hora fatal, nosotros estaremos junto a usted y los suyos.

—Perdón… ¿Qué me acaba de decir?

—Nosotros queremos que sus últimos días sean lo más llevaderos posible. Así que, para no complicarle la vida a sus familiares, e incluso la poca que le queda a usted, la promoción consiste en que usted mismo pueda dejar seleccionado cajón, velatorio y entierro. Los tres servicios quedan por el precio de dos.

—Mire… Yo quizás no estoy entendiendo bien o usted pude que se esté equivocando de persona, pero ya van dos veces que usted sostiene que me queda poco de vida.

—En Costa, Costa y Fliskanterbacker hermanos no nos gusta ser pájaros de mal agüero, pero por lo que tenemos entendido, es verdad. Le estaría quedando muy poco tiempo de vida.

—Definitivamente algo está mal. ¡Yo estoy de lo más bien! Tengo 47 años, me cuido y hago ejercicio. Hace menos de un año me hice un chequeo general y todos los valores me dieron perfectos. Hasta me salió mejor el resultado del colesterol malo.

—Sí. Ya lo sabemos.

—¿CÓMO que lo saben?

—Efectivamente. Tenemos los datos de todos sus registros médicos.

—¿¿QUÉ??

—Efectivamente señor. 

—¿Cómo puede ser eso? ¡Los voy a demandar!

—Señor: como ya le dije, en Costa, Costa y Fliskanterbacker hermanos no nos gusta dar malas noticias, pero, por más paradójico que le pueda resultar, de esto vivimos. Y lamento informarle que todos sus datos personales, no son tan privados.

—De ninguna manera. La ley me ampara.

—Efectivamente señor Galíndez. ¿Lo puedo llamar Elías? La ley lo ampara, pero en los casos de jurisdicción nacional. Lo cierto es que la base de datos de la cual obtuvimos esta información, está registrada en Saratov, Rusia.

—¡Pero eso es una locura!

—Nosotros no tenemos nada que ver con lo que haga su prestadora de salud.

—¿Pero usted se da cuenta que están violando mis datos personales?

—Nosotros no.

—¿Cómo qué no? ¡Usted me está diciendo que tienen mis datos del colesterol malo!

—Efectivamente. Pero le reitero, nosotros solo conseguimos los números de los valores del colesterol (y por qué no de toda una historia clínica) de una persona que se llama Elías Darío Galíndez Talagorría. Llegado el caso, la que está violando sus datos personales será su prestadora de salud. Ese no es un asunto nuestro. De todas maneras, si usted considera que este problema debe resolverse en un ámbito legal, lo puede hacer sin ningún tipo problema.

—Y sí. Es lo que voy a hacer. ¡Ustedes tienen en su poder mis datos de salud!

—Bueno. Tan solo deberá dirigirse, en persona claro está, a cualquier juzgado en materia civil de Dacca.

—¿De qué?

—De qué no. En todo caso será de dónde. Dacca es la capital de Bangladesh. ¿Usted no sabe nada de geografía?

—¿Bangladesh?

—En efecto. Dacca es la capital de Bangladesh. Para chequearlo basta con que lo busque en cualquier enciclopedia.

—No, no le estoy preguntando por Dacca. ¡Le estoy preguntando qué tienen ustedes que ver con Bangladesh!

—Nuestra sede central está ubicada en la ciudad de Dacca. ¿Le paso la dirección?

—¿Desde cuándo? Si Costa, Costa y Fliskanterbacker hermanos fue donde velaron a mi bisabuela. ¡La funeraria estuvo siempre a ocho cuadras de la casa de mi familia y hasta conocimos al mismísimo Ramón Costa! ¿Usted me está tomando el pelo?

—Para nada. Nuestra funeraria es una empresa de larga data y ligada a las raíces de nuestra ciudad. Pero hace tres años que la compro el Klapaucius international Group.

—¿Y esto qué tiene que ver?

—Posiblemente usted no lo recuerde. Pero hace dos años exactamente, usted firmó un nuevo contrato de adhesión con nuestra empresa para poder utilizar los servicios.

—Si.

—Al firmar el nuevo acuerdo, usted declaró su conformidad con el punto 76 literal R. En él, dice claramente que todos los problemas resultantes de este contrato se dirimirán dentro de los juzgados del territorio nacional, salvo las controversias relacionadas con el uso de bases de datos y sus posibles derivaciones, que se regularán por la legislación y jurisdicción de nuestra sede central.

—¿Pero cómo puede ser eso?

—Porque usted declaró haber leído los términos y condiciones del contrato y a su vez declaró que aceptaba nuestra política de privacidad de datos personales.

—Me está volviendo loco.

—De ninguna manera. Conocemos su historial psiquiátrico y sus licencias por estrés son de larga data. Lo suyo no es nada nuevo.

—…

—E inclusive, sabiendo que usted tuvo problemas en el pasado con el juego compulsivo, usted es un cliente que siempre cumplió con sus pagos. A nosotros nos llenan de orgullo sus logros.

—Mire… ¡La verdad es que tengo ganas de ir a matarlos a todos juntos y que ustedes mismos se hagan su propio funeral!

—Señor Elías, permítame decirle que con ataques de ira usted no va a poder mejorar su situación.

—…

—Señor Elías, ¿aún está ahí?

—Si.

—¿Se encuentra bien?

—Me siento perplejo. Ustedes me llaman para ofrecerme una promoción porque supuestamente estoy a punto de morir y conocen todo mi historial médico mejor que yo mismo…

—Nosotros queremos ayudarle.

—No parece.

—Mire que sí.

—Pero yo sé que estoy muy bien y que no tengo nada. No sé de dónde sacaron que yo estoy mal, si hasta los propios resultados médicos (que ustedes ya tienen), dicen que estoy bien de salud.

—Es verdad, pero usted ayer estaba con una picazón en la garganta.

—¿Y ustedes cómo saben eso?

—Porque tenemos acceso a sus búsquedas por internet.

—¡¡Pero eso sí es un delito!!

—Bueno, compruébelo primero.

—¡Usted me lo está diciendo!

—¿Qué cosa?

—¡Qué saben mis búsquedas en internet!

—De ninguna manera. Nosotros no haríamos eso.

—¡¡Me lo acaba de decir!!

—¿Quién?

—¡Usted!

—¿Qué cosa?

—Qué saben mis bus… Ya entendí. ¿Y esto también se arregla en Bangladesh?

—Mire señor Elías, nosotros solo queremos su bien. Pero ya que sabemos que está cerca de su hora final, le queremos dar los mejores beneficios. Que usted mismo pueda elegir donde hacer descansar sus restos y cómo agasajar a los suyos ante un momento tan amargo.

—Yo estoy bien y no voy a morir.

—Nunca se sabe.

—Yo sí lo sé.

—Usted sabe que por la búsqueda que hizo ayer, el resultado de esa picazón persistente en la garganta es un cáncer. No le está quedando mucho tiempo de vida.

—La picazón era una simple picazón. Ya se me pasó. Así que no, no tengo cáncer. Todas las búsquedas de síntomas de alguna cosa terminan siempre en cáncer. Usted lo sabe, yo lo sé y cualquiera que tenga dos días usando internet también lo sabe.

—No crea.

—¿A no?

—No. ¿Usted por qué se imagina que estamos haciendo esta promoción?

—¡Ay, por favor! Mire, yo no voy a aceptar la promoción porque estoy sumamente saludable y sé que todo lo que busque en internet referido a un síntoma de algo va a terminar en cáncer. Así que no. Y punto final.

—Bueno. De parte del equipo de Costa, Costa y Fliskanterbacker hermanos, le deseamos que tenga un muy buen día. Como dice el slogan de la compañía: “Nuestro servicio es su confianza”. Muchas gracias por su tiempo.

(Sonido de corte de teléfono)

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Maximiliano Debenedetti

La partida de nacimiento dice que arribó a nuestro planeta por Montevideo en 1979, con todo lo que esto conlleva. Su contacto con la literatura fue ecléctico y supo ya en su infancia que estaría vinculado a la escritura, desde el día que tuvo que aprender a garabatear por primera vez su extenso nombre.

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