Por Gabriela Capparelli
Cada gota de rocío había humedecido el pasto hasta formar una fina y uniforme capa de
agua a lo largo y ancho de la pradera.
Al salir de su casa, al hombre le bastaron unos pocos pasos y ya tenía las botas mojadas
como si hubiera llovido.
En el establo su caballo se mostró reticente a salir, lo que lo hizo meditar unos instantes,
mirar el cielo, olfatear el aire y decidir arreglarse con lo que tenía en casa.
Se volvió sobre sus pies mientras a lo lejos, aún sin saberlo a ciencia cierta, venían vientos
fuertes .
Entró leña y encendió el fuego mientras comenzaban a sentirse las primeras ráfagas de
viento.
Miro por la ventana de la cocina y puso a hervir agua, la tormenta se estaba desatando
rápido.
Unos golpes en la puerta lo sorprendieron. Era el cartero, con el pelo revuelto y una caja
del supermercado ” el doradito” que le extendía en la mano.
—Quien iba a pensar que se iba a poner así derrepente ! – comentó mientras le entregaba la
caja a Don Euralio y éste sonreía pensando en su caballo “Tito”.
—Parece que se ganó un premio Don Euralio.
El viejo miro el envoltorio que llevaba la marca del supermercado y leyó con sus ojos de
lince viejo la tarjeta, ” usted ha salido favorecido con el premio del sorteo del día del abuelo”
y bla bla.
—Esto no es para mi Julio para empezar no soy abuelo y para seguir con otro pequeñísimo
detalle, nunca participo de sorteos.
—Ah no se Don Euralio – le iba diciendo el cartero mientras se subía a la moto, acá dice
clarito su nombre y no va a pensar que me vine hasta acá y encima me agarró esta
tormenta al santo botón.
La situación duro lo que una ráfaga de viento y mientras nuevamente el viejo se
encontraba solo, o al menos eso parecía, rompió el papel y leyó las palabras :
” Robot Aspiradora Taurus” y la imagen de una especie de plato volador pequeño y rojo se
le mostró en la tapa.
Abrió la caja y sacó aquella cosa que miro de arriba a abajo y que lanzó sin pensarlo como
si fuera un Boomerang con el viento a favor.
La limpia aspiradora voló unos cuantos metros por el aire mientras detrás de ella corría
Samuel el perro de una granja cercana , que apareció de la nada, la agarro cómo pudo y la
trajo en la boca. Cuando Don Euralio se acercó para sacársela le gruño, lo esquivó y siguió
para su casa.
—Bueno —dijo el viejo en voz alta mientras lo veía irse moviendo la cola— si te gusto tanto
esa porquería es toda tuya y que se arreglen tus dueños. A mi me sacas un problema de
arriba- y acto seguido entro y cerró la puerta.
Oscurecía y un frío helado llegaba en oleadas junto a la noche arrastrado por el viento
que se colaba entre los postigones . Por un instante Don Euralio reflexionó si habría hecho
bien en tirar aquella cosa y en dejar que se la llevará el perro, tal vez lo más adecuado
hubiera sido devolver la caja y listo, pero ya estaba hecho, en realidad pensó, le importaba
muy poco todo aquello, había cosas más importantes en que ocuparse, como por ejemplo la
cosecha.
Cuando a la mañana siguiente doña Etelvina vio al perro en su cucha con algo rojo al
costado de su cuerpo se asustó y pensó que estaba sangrando o que había cazado algo,
pero pronto se dio cuenta de que no era ni una cosa ni la otra.
Retiró el objeto y lo observó con extrañeza.
—¿De dónde sacaste ésto perro?-dijo mirando alrededor. —¿ Lo robaste de algún vecino? ¿Pero a quién ? Algo tan sofisticado ninguno de por acá lo tendría. Entro entusiasmada a la
casa, si era lo que creía, se cargaba con lo que estaba como encastrado a un costado, la
base, y eso tenía que tener un cable para la electricidad. Lo había visto en la T.V..
Efectivamente se trataba de un robot aspiradora y limpiadora.
Por supuesto que no tenía ni caja ni instrucciones, bueno sería que el perro se lo hubiese
traído con todo, pero una vez lo hubo cargado lo encendió y vio como aquella cosa de
alguna manera cobraba vida.
Participó a su esposo de la novedad pero como era habitual no se mostró muy interesado,
simplemente se limitó a asentir con la cabeza mientras seguía mirando sus programas
favoritos en la TV.
Solo reparó cuando aquello empezó a moverse por toda la casa esquivando muebles,
trepando alfombras, evitando escaleras mientras limpiaba. Ahí si recién miró a su mujer y le
hizo un gesto como de aprobación.
Pasó un año más o menos cuando Samuel, el perro de los vecinos, regreso a lo de Don
Euralio y ya no quiso volverse a ir.
Pasaban los días y seguía ahí durmiendo en el establo con Tito y los otros caballos o con
las vacas lecheras.
Don Euralio medio que al principio no le dió mucho corte pero con los días se fue
percatando que el perro no se iba.
Andaba alrededor de él jugando con las plantas, ladrándole, pediéndole atención.
Un día decidió devolverlo a sus dueños, los Pascal, que tenían una chacrita del otro lado de
la carretera, a unos kilómetros de distancia la la suya. En el pueblo algo ya le habían
comentado de que los Pascal “se habían ido para arriba” que ya no eran los mismos que
antes, pero al ir llegando al campo no pudo creer que veía.
Aquello era una mansión, una perfecta mansión , con árboles frutales perfectos, pasto
perfecto, y la señora Pascal recostada en una reposera tomando sol de lentes como para
tapa de revista, también perfecta.
Y además, como decirlo ( es que Don Euralio no encontraba palabras) para definir aquellas
cosas con cuerpo de metal y brazos de metal que se estiraban, bajaban, podaban, regaban,
barrían, llevaba refrescos a la piscina, cortaban el césped…
—Don Euralio un gusto, dígame en que puedo ayudarlo- le dijo la mujer que parecía otra
persona. —Ah ya veo, el desgraciado se había ido con usted! -exclamó mirando al perro.
—Este… buenas… tardes, Doña Etelvina..
—Señora Ethel por favor -lo cortó para aclararle.
—Sra Ethel -prosiguió Don Euralio- si, es que su perro Samuel ..
Ah no me hable de ese mal agradecido, le di todo, en agradecimiento, lo que son los
animales , ¿ sabe que me trajo el primer robot a casa ? Después de eso como parar, cada
nueva versión, cada nueva tecnología, hacen todo sabe ?, se encargan de todo y lo que
hacemos con mi marido es simplemente descansar, pasarla bien, disfrutar.
En ese momento Don Euralio se dió cuenta de que el primer robot al que se refería la mujer
debía ser el platillo volador rojo que Samuel se había llevado, más precisamente la limpia
aspiradora robot.Un sentimiento de remordimiento lo invadió y no pudo evitar contarle a la
mujer.
—Pero no se apene hombre, ¡ si nos cambió la vida ! – le respondió mientras en un ademán
con el brazo le mostraba todo el entorno
—¿ Sí ? bueno -respondió Don Euralio, que se quedó unos segundos en silencio
reflexionando- pero sabe, no puedo evitar pensar… ¿Le puedo hacer una pregunta antes de
irme ?
—Sí, claro.
—Si todo es tan perfecto, ¿por qué cree que el perro se fue ?
La mujer lo miró con cara de perplejidad.
—No entiendo que tiene que ver eso- le respondió.
—No lo sé, no lo sé, dijo Don Euralio, pero algo seguramente tendrá que ver- fue todo su
comentario y acto seguido saludó levantando con su mano el sombrero y volviéndoselo a
poner, se dió media vuelta y empezó a caminar hacia su casa silbando bajito una canción,
junto al perro que lo seguía de cerca.