¡Chatarra de verdad!

¡

—¡Es tal como se lo digo agente!, por favor, asiente en ese documento mi denuncia. No me fuerce a repetir,  esto es un asunto serio.

Bajo la cadencia del ventilador de techo, con infinito fastidio, el gordo espantó la mosca que porfiaba en posarse en su papada. El sudor, pegajoso y brillante se arrastraba en gotas gruesas hacia el cuello de la camisa, donde el acrocel celeste lo absorbía desde hacía horas.

Sus manos eran la imagen de la eficiencia burocrática. Colocados en pinza, pulgar y anular dejaban libre un índice regordete y flácido, casi inútil comparado con la presteza del mayor colocado en posición de garra de halcón, listo para caer sobre el teclado cual cóndor que desciende, rasante sobre el conejo distraído.

Sus ojos bovinos se alzaron apenas y enfrentaron nuevamente mi expresión que, debo confesar, era reflejo de la impaciencia que comenzaba a tomarme, subiendo lenta y macerada -como un vómito de resaca-, desde mi estómago. Tragué una saliva áspera de sequedad, respiré hondo como lo haría un instructor de yoga y volví a empezar 

—Vea, oficial, escuche bien : el Pablo, mi amigo el Pablo, siempre tuvo gusto por las cosas… -si no raras, ni ilegales-, le diría que en los bordes de lo bien visto. Desde que lo conozco es así. Usa el pelo largo, larguísimo, aunque hace como quince años que peina canas. Todavía escucha  trash metal, mira películas de zombies; y acomete con entusiasmo su eterna búsqueda de una señorita de mediana edad con quien compartir sus locuras y otros combates. 

»¿Qué mierda tiene que ver que nunca haya tenido gatos, que tenga cuatro hijos o que siempre se demore hablando con los perros callejeros?. ¡No me distraiga con preguntas ridículas! ¡Esto es un asunto serio, entienda!

»Resulta que hace unos quince años, cuando le brotó la primera cana, el Pablo se puso a invertir en una de esas locuras que acabo de decirle que le gustan. Se metió en el business de los bitcoins. Pavadas de él pensamos todos, pero no. No eran pavadas de loco.  Logró reunir unos 16500 millones de dólares en bitcoins. Así como lo ve, con esa cara de nabo, el tipo se hizo con toda esa torta de guita. De bobo no tiene un pelo, el Pablo…

»Entonces parece que hace un mes, agarró toda la guita esa virtual la cambió a dólares, contantes y sonantes; y decidió invertirla. Gastó exactamente quince millones novecientos cuarenta y ocho mil doscientos veintisiete dólares en comprarse la verdad.

»…pero no un pedacito de la verdad, no la verdad sobre algún misterio, ni la verdad sobre preguntas para noches de insomnio, como la razón de la existencia de los mosquitos, o si San José le metía mano a María antes del asunto del espíritu santo, o sobre el gol de Alemania en la final de Inglaterra 66. No no, nada de esos detalles menores… digo “La” verdad!.

»Toda la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad. Nada menos tampoco. 

»¿Entiende?, porque está poniendo cara rara, oficial… 

El milico miró por encima de mi hombro como para ver si alguien entraba, se pasó el índice entre el cuello de la camisa y el suyo propio; la transpiración seguía allí, anclándolo a su pasmosa realidad de comisaría de pueblo chico. Suspiró, mirándome con incredulidad, giró la cabeza en dirección a la parte de atrás de la comisaría y gritó. 

—¡Galindo! ¿Galindo! Vení Juan Carlos, ¡ensillá el mate que tengo para rato acá! 

Miró la máquina de escribir, colocó los dedos en posición, y esperó a que yo siguiera despachándome. 

—Entonces, como le venía diciendo, ¿qué hace el tipo?  va y se pone a meditar en su adquisición, y como cada vez que el asunto a meditar lo sobrepasa, me llama para ver si lo ayudo, casi como eso de consultar asuntos con la almohada. Antes le preguntaría a la mujer,  me imagino, pero como ahora anda divorciado de séptimas nupcias y en la búsqueda de la señorita esa que le dije hace un rato, me consulta a mí. Si considera que el asunto es muy complejo para los dos, va y consulta al Evaristo también. Y ahí nos juntamos los tres, compramos grappa o caña brasilera -le dije que tiene gustos raros- y meditamos en conjunto escuchando canto gregoriano o alguna grabación de armonías modales, o -derecho viejo- algún vinilo de free jazz alemán. Cuando nos juntamos nos gustan las drogas duras.

»¡Otra vez preguntando cosas que no tienen nada que ver!,  Ud está buscándome la lengua Sr. Oficial… pero no joda, no hay personajes acá, yo no tengo que justificar nada, me atengo únicamente a los hechos y se los cuento tal y como fueron. No siga distrayéndome, que esto es importante.

»El Pablo se compró la verdad, y después de pensar en qué hacer ahora que es dueño de la verdad, me llamó. Así nomás Sr Oficial, así nomás.

Y me dijo: —Mirá Villafañe (cuando el asunto es serio nos decimos por el apellido), invertí una millonada de dólares y me compré la verdad. ¡La verdad! ¡Soy el dueño de la verdad!

»Y ahí mismo sin dar tiempo a nada, me soltó la pregunta, porque cuando uno cuenta que es dueño de la verdad, lo primero que tiene después es una pregunta, ¡mire qué ironía!

—Decime, Villafañe ¿qué te parece que haga? Porque venderla, ni en joda. ¡Con lo que me costó!, va a ser una verdad ya usada, va a perder valor. ¿Te parece que la alquile, y le vaya sacando ganancia? 

»Porque parece buen negocio pero viste lo complicado que es alquilar cualquier cosa, entre las garantías, los inventarios, los escribanos… Andá a saber si me la devuelven entera después. Siempre algo se rompe, o deja de funcionar y le meten un repuesto de menor calidad, o la atan con alambre nomás y ya se desluce…

—Entonces no sé si alquilarla. 

—Claro, tenés razón, es bravo alquilar. 

—A lo mejor agarro y la vendo por partes, la desguazo… total es mía!, y la vendo por partes, como los autos robados… es cierto que la gente compraría chatarra… pero sería auténtica chatarra. ¡Chatarra de verdad!

»A lo mejor les sirve para reciclar viviendas usadas, o para decorar el porche de la casita de la playa, o la estufa, viste que la gente roba adoquines o durmientes para adornar las casas, un trocito de verdad no les va a venir mal… tal vez sea buen negocio.

»Pero…no sé, no me decido.. -por eso te llamo-, porque ya pensé mucho… si todos tienen un pedacito de la verdad, ¿no será un lío? Seguro alguno va a saltar a decir que la verdad no es la verdad, viste todo esto de las fake news, la posverdad, las iglesias pentecostales y los trolls de tweeter… Se van a poner como locos todos y me la van a desacreditar. 

»¿Te parece que decrete que hay que disolver las iglesias y los credos? Así ya vamos metiendo un poco de verdad en la vida de la gente. De paso dejamos ya establecido el asuntillo ese del decanato del fóbal uruguayo, y ya se dejan de pavadas…

»Bueno no sé, Villafañe, necesito que me ayudes a meditarlo.

—Usted comprenderá Oficial, que yo recibí atónito aquella confesión. Porque no era un crimen lo que me estaba contando, pero me estaba diciendo la verdad, y cuando uno dice la verdad, no la dice; la confiesa. Leí algo de eso en algún lado… Seguro algún charlatán francés de estos que están de moda.

»Y hasta ahí, era cuestión de diseñar un plan de negocios y ya estaba. Yo que un poquito amante del misterio soy, le sugerí que se comprara una isla en el Caribe, o en el Atolón de Mururoa, o una fazenda grande en Brasil, y la enterrara o la escondiera bien escondida, y fuera haciendo misterio y le sacara un peso extra a la verdad. ¡Qué se yo!, escribir una historia, vender los derechos a Netflix, o a la empresa de Darín y hacer una película argentina de esas con moraleja, o una serie con sangre y vikingos como las que se ven hoy día.

»Y ahí fue cuando se complicó. Al tipo se le disparó la paranoia con lo del secreto y entró a pensar que lo perseguirían los illuminati, o la camorra napolitana, o peor, el Paco Casal y lo harían aparecer en una zanja, boca abajo y con las manos atadas con alambre de púa, o peor, lo secuestrarían y lo llevarían a un calabozo oscuro en la Pampa o en Alaska, porque a él le encantan los lugares que tienen nombres que repiten la letra a.

»Y se puso como loco, y a gritarme, y me mentó los años de amistad, y las borracheras juntos, y que al final no  soy tan amigo como parecía, y ahí cortó.

»Desde ese momento no supe más nada de él. Hace como tres días que ni me clava el visto en los wasaps, ni me responde las llamadas. Fui a la casa y no responde al timbre, y me preocupa, porque el Pablo se compró la verdad  y yo tengo miedo que ser el dueño de la verdad me lo ponga un poco loco, o agrandado… Por eso vengo a pedirle que por favor haga una orden de allanamiento de todas sus propiedades, para que yo pueda ir a ver si sigue vivo, o apareció flotando en el arroyo Pando, o si transó la verdad con alguien, o se piantó con alguna señorita de mediana edad.

»No entiendo, la verdad, Sr Oficial, por qué me pone esa cara.

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Edh Rodríguez

Nació en Mercedes en 1972. Escuchador compulsivo de rock, pop, blues, jazz y otras yerbas. No le incomoda ver cien veces la misma película, ni leer de nuevo los mismos libros de siempre. Sigue sin saber bailar tango.

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