El tipo que busca joderme la vida

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Había por ahí un tipo que solo buscaba joderme la vida. Tan simple y tan sencillo como eso.
Y no es que viniera a buscarme personalmente. Él estaba ahí, siempre al acecho. Debo
reconocerle su maestría en el arte de hacer que mis días fueran un poco más oscuros.
Porque no se contentó con amargarme con bastante frecuencia, sino que nunca cejó en su
afán.

Su modus operandi era el siguiente: un día cualquiera y en forma totalmente inesperada
aparecía con alguna de sus ocurrencias. Nunca de frente. En general, con cuestiones casi
intrascendentes. Sacaba a pasear al perro frente a la vereda de mi casa y no levantaba la
mierda del bicho o dejaba el auto mal estacionado, de tal manera que trancara todo.
Aunque, si era necesario, no escatimaba recursos. Podía hacer caer todo un sistema
informático bancario, generar un embotellamiento o demorar vuelos internacionales.
Pero también tenía métodos más truculentos: su objetivo consistía en minar mi estado de
ánimo. Y debo reconocerle que para eso, tuvo un sentido particular del tiempo y el espacio.
Recuerdo la vez que quise volver al bar, en donde festejé con mis amigos que había
terminado el liceo. Cuando llegué a la puerta, esta basura había puesto un cartel enorme,
que decía que lo iba a tirar para poner un edificio anodino de apartamentos de uno y dos
dormitorios. Y claro, en el momento uno queda descolocado o asombrado, pero a la larga,
se empieza a sentir que la ciudad ya no es en la que uno vivió. Es casi como si te robaran a
pellizcos un pedacito de tu propia vida.

Estaba harto de él. Me cansaron sus sorpresas repugnantes y su habilidad para destruir
todo en nombre de un falso bienestar que solo era el suyo. De que fuera deshaciendo los
lugares que conocí, donde fui feliz o inclusive, me di unos cuantos golpes. Me agotaba que
se pasara cortando mi vida cotidiana en pedacitos. Era claro que esa persona tenía mucho
tiempo y plata como para poder hacerlo.

Entonces un día, cansado de todo, me propuse encontrarlo. Y obviamente, quienes pueden
reunir esta clase de condiciones previas, tienen que ser personas muy poderosas. Mi plan
fue igual de simple y complejo a la vez: estar a su mismo nivel para poder encontrarlo y
terminar con todo esto. Primero necesitaba verle la cara. Para eso, de un tiempo a esta
parte logré juntar una patrimonio acorde a la empresa. La única manera de poder descubrirlo, sería ingresar en sus circuitos.

Fue así que comencé a dedicarme a los negocios. Obviamente
que las fortunas requieren algunas cuestiones non santas. Si son fortunas rápidas, mucho
peor. Al inicio actué en secreto. Pero luego me tuve que alejar de mi familia.
Despojado de los afectos, pude acceder a nuevos estratos con mayor facilidad. Gracias a
los contactos que generaba, logré infiltrarme en una logia. Ingresé hace ya varios años.
También alcancé un puesto en la directiva de una organización comercial de renombre,
operar en la bolsa y vincularme al mundo del deporte.

Pasaron varios años. Me costó llegar, pero lo pude hacer. Ahora tengo poder económico y
político. Tomo cientos de decisiones por día. Como soy el que pone las pautas, puedo
buscar con mayor detenimiento a esa lacra que todo lo rompe. Y para eso, no escatimo en
gastos con tal de dar con el paradero de la inmundicia que me persigue. No me importa
ahorrar en sueldos, en cortar calles o comprar lugares viejos para hacer inversiones
inmobiliarias. Porque todo esto tiene un fin noble: hacer caer a los que impiden que todos
tengamos un lugar para el progreso, la prosperidad y la estabilidad.

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Maximiliano Debenedetti

La partida de nacimiento dice que arribó a nuestro planeta por Montevideo en 1979, con todo lo que esto conlleva. Su contacto con la literatura fue ecléctico y supo ya en su infancia que estaría vinculado a la escritura, desde el día que tuvo que aprender a garabatear por primera vez su extenso nombre.

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