Mis diagnósticos son tan buenos que me apodan el hombre arena, el dios del tiempo. Yo prefiero describirme como “aquel que da la noticia”, la noticia más interesante. No hay guerra, conflicto, asesinato en masa, infanticidio, parricidio, envenenamiento o ataque terrorista en las noticias, que tenga el mismo sabor metalico que mi noticia. Alcohol, pastillas y tratamientos inútiles, son los mantras del pueblo idiota encarnizado en una batalla torcida contra mi noticia. Médico, palabra inmunda que me perturba. Oncólogo, epíteto aún más desastroso. Cada tumor forma una gestalt que anuncia nuestra ridícula insistencia con la vida. Tendría que haber sido bombero, esos sí sirven para algo.
Me duelen las tripas después de la noticia. Los enfermos en el hospital no me molestan, ya están encuadrados, son regulares y hasta sus crisis están previstas, sus muertes también. Lamentablemente el dinero está en las consultas privadas. La armonía de la estupidez es gloriosa. Cada palabra que me dirigen luego de la noticia parece hundida en la saliva de un retardado mental, y me asquea tanto escucharlos, que necesito ducharme. Este cosmos en expansión es demasiado lento, algo tiene que detenernos más rápidamente.
Intenté localizar en el tiempo mi hastío a la humanidad. Creo que fue cerca del nuevo milenio, ya bien lejos. Más de dos décadas llevo seco de alma. Más de dos décadas dando la última de las noticias sin sentir nada más que asco. Primero, puedo sentir el miedo previo cuando traspasan mi puerta, con esa sonrisa débil y temblorosa y los ojos perdidos y fijos. Luego, el suspiro que dejan salir al sentarse en el taburete viejo (nadie merece estar cómodo al escuchar la noticia, mi taburete con patas desalineadas ayuda al futuro cadáver a aprender a encontrar el equilibrio imposible). Y por último, el ineficaz llanto, el drama, la pequeña obra de teatro singular, única e irrepetible, pero que al fin de cuentas, es una copia barata de otro espectáculo que vi una infinidad de veces. Y yo, como un dios cargado de muerte, matándolos de antemano, sobrio, preciso y justo.
Creo que moriré triste, eso es bastante seguro y no me molesta, pero añoro una muerte con la dicha de haber conocido a un ser humano que no juegue esa patética obra de teatro. Creo que mi final está ligado al final de ese otro virtual. He pensado en mi asco, y creo que es el resultado del desamparo que he construido viendo tanta cobardía. Solo una vez, quisiera que alguien me recuerde, el porqué de nuestra existencia. Al dar la noticia, quisiera que alguien me queme con su mirada, que sus ojos furiosos me requisen la palabra ¡Quiero tantas cosas y puedo tan poco! Me hundí en un charco viscoso de lágrimas luego de cuarenta años dando la noticia, y no encontré una sola que no fuera salada. No me malinterprete, yo también quisiera recibir la noticia. ¿Qué tipo de ojos le regalaré al colega que me invite finalmente a morir? ¿Los del cobarde o los del humano?
Tal vez mi muerte será triste, sí. Pero al menos moriré sabiendo en las tripas, como el cáncer, que no hay nada más detrás del muro del lamento. Soy un idiota al pensar que este largo y poco productivo experimento me podía salvar. Pero la salvación es para los cristianos, y yo no como carne. Estúpido experimento que me costó la vida. Buscando ese ser distinto prescindí de mi propio camino. Me contenté con este poder, este cronómetro tan refinado que me regaló el destino como un dios renovado. Qué diferencia hay entre mi y un puto dios griego, una diferencia de espacio y tiempo, no de forma. En el lenguaje somos iguales.
¿Cuál es la manía de morder el suelo y quebrarse las uñas a esta mortalidad prestada? Ni los suicidas son dignos, sólo escapan a la noticia. Los mártires me dan aún más asco, ellos quieren ser la noticia. Algo falta, algo no cuadra, algo rechina. Tal vez, mi error fue dedicarme a la medicina, cuando en realidad tendría que haber sido funebrero. Ya cadáver, lo he visto, el humano es más sabio, con su boca y ojos cerrados, plácidos en esa cama de metal. La estupidez se desvanece del cadáver. Necesito esa sabiduría post-mortem en vida, necesito que el muerto reviva. Ahora entiendo la religión: solo el que cruza el umbral de la carne y vuelve, es visto como un dios, aquel que entiende finalmente, lo último y lo primero. Pero nosotros, seres cobardes y dadores de sentido, estamos perdidos.
Alguien entra, el último día de la semana. Viernes, día de las noticias tristes. Joven, mujer, cinco hijos, y con menos tiempo de vida que un campeonato de truco. Tumor en estadio IV, cerebro tomado. Todo empezó con una consulta al médico general por dolores de cabeza, y voilà, diez días después entra a mi consultorio a escuchar la noticia. Buen día, le digo, buen día, responde. El taburete rechina cuando la invito a sentarse. Ya sabe, en sus ojos ya sabe lo que le voy a decir, me digo antes de abrir el dossier con sus estudios. Me preparo, la garganta se seca, mis dedos tiemblan, las piernas se entumecen, voy a darle la noticia. ¿Qué ojos me regalará? Señora Gonzalez, lamentablemente el resultado del estudio revela que su cáncer es inoperable. Seis semanas, máximo. Con tratamiento, once semanas, máximo. ¿Trajo a alguien con usted? ¿Alguien a quién pueda hablarle? Tengo el número de un psicólogo paliativo muy bueno, ¿lo quiere? Nada. Silencio. Esperable. Muda, paralizada, mirada perdida, olor, ropa sucia, pobreza crónica, y ahora esto, la noticia. Silencio. Me preparo, abro la botella de agua para bajar el asco que comienza a materializarse en la garganta.
—¿Cuánto le debo?
—Nada. Vaya tranquila.
—Dígame cuánto le debo.
Saca un bolso, una chequera, empieza a escribir el número que le digo, altísimo. Escribe su nombre, lo firma, lo arranca y me lo deja en el escritorio.
—¿No sabe que esta silla está mal balanceada? Es incómoda. Podría cambiarla.
—¿Cómo?
—Lo que escuchó. Se tambalea. Mi hermano es carpintero. Le puedo decir que venga a arreglarla.
—Ejem… No es necesario.
—Hágame caso. Adiós.
FIN
Es raro, muy monótono hasta que el final me sorprendió.
Me costó imaginar al médico y su realidad.
Fue una dificultad mía!!!
Saludos
Rafael
Médicos sin alma así así No debieran ejercer!!!! Me transmite el asco que me genera desde hace mucho la “mafia blanca”. BIEN LOGRADO!!
SALÚ!!
Fea , Asqueante ,Realidad analizada y sentida.