Lo Oculto

L

El momento del fin es uno que vivimos juntos, los dos solos. Fueron trece inviernos perdidos en un segundo.

“Lo nuestro, vive oculto en el futuro del mundo,” me dijo yéndose, como si yo supiese entender el dolor de su expresión triste y ceño fruncido.

Pero ese oculto se me propone como noche, no como luz. Pienso que soy un imbécil por no comprender su premonición, pero intento entender su puzzle; y no le respondo por miedo. Me limito y miro el suelo. Escupo. “¡No puede huir de mí! ¡Qué soy yo sin vos!” le grito, pero pienso torcido, con un error de juicio enorme. Todo puedo sin vos, sobre todo no sufrir. Pero yo quiero sufrir. ¡Porque lo oculto vuelve siempre y vive en ese « círculo vicioso de Nietzsche » (lo oculto no sucede con otros filósofos de similitud, menos con los tres genios helenos). Lo oculto son destellos de gritos sordos, de eso otro que no se puede entender, eso que vive escondido dentro de dos nubes: vos y yo.

“Mejor que te quedés un poco, ¡otro minuto!” le imploro, destruido. Lo oculto nos destruye y nos pertenece, somos hijos de su redondez y de su genio podrido.

“No” me dice sin miedo. “No” repite, y se diluye entre los corredores del hotel y se pierde en el horizonte de mi visión miope.

“Lo oculto es el futuro” de eso sí estoy seguro, y llegó sin pretensiones de estilo (solo con los ojos de un tipo gordo, petiso, llorón, oriundo del hotel “muerte” que perdió su ilusión y se conmueve por un simple “no.”) No puedo escribir cuentos de otro tenor, otros que no logren entristecerme, porque pienso en vos y en tu “no”. Pero siempre tuve, como los delirios, le supçon de que no fuiste vos, sino otro ente, diferente, entre dos muros negros que se tuercen y retuercen, y crujen y crujen. Lo oculto que me pedís comprender no tiene sentido, no tiene peso, es un trou negro que me destruye. Reviso el Petit Robert, el rey de los términos, con el fin de descubrir ese “oculto”: Merde ! Rien de rien. Niet. Nothing. Solo quedó entre los folios del recuerdo un “no” oculto que no responde mi obsesión.

Muy poco después de vos, hubo, dos, tres, cinco, siete mujeres tristes, muy tristes como competentes en el filme del querer (ese ficticio incólume y eterno) que pidieron ese oculto: pero fui estéril, seco, pobre en el recurso doloso. No tengo predilección, solo pretensión por vos, imposible de nuevo. Todo esto, tu “no”, es muy corto en el tiempo: hoy vivo en un eterno tomorrow never comes, porquetodo es hoy, ¿cómo explico esto sin enloquecerme?

Lo oculto es molesto. Entiendo que vive en el futuro y que el mundo teme se ensombrecer por su poder funesto. Yo reiré como un enfermo, porque hoy estoy muerto de odio, y quién pide un signo, pide reconocimiento del otro, pide “ser” en los ojos del otro. Yo no puedo ser ese porque el otro me incumbe muy poco. Quiero ser Solo, triste y pulcro, como un vidente (esos monstruos del sufrimiento). Quiero morir sin vos.

“Lo oculto se propone como noche, no como luz” reflexiono mi retruque ficticio que no le dije, y solo veo los quejidos del estúpido (ese que no puede contenerse en decir). ¡Pobres de todos los que no pueden contenerse en emitir sonidos! Yo soy uno de esos: estúpido, imbécil, lento, pobre, limite, moroso en cuestiones del sentir. Lo oculto estuvo siempre, dentro de mí, y dentro de vos, con su brillo ciego, enorme. ¿Qué decir de ese futuro funesto que me promete venir violento? Lo espero.

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Martin Lamadrid

Martín nació, a veces escribe y morirá.

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