Spaghetti del rock

S

Por Alicia Migliaro

No es que me guste particularmente Divididos pero tengo una historia con este tema. Bueno, en realidad son dos historias. Y en las dos era de noche, y afuera hacía frío, y yo me reía amplia, y se auguraba querencia.

Entre un gordo y otro diez años de diferencia. Uno dolió mucho y no lo quise querer más. Durante años, cuando esta canción me sorprendía me llevaba a una noche, a ese cuarto y a los dos chupitos de grappa con limón que quedaron esperando sobre la biblioteca (sufro de memoria dramática y cinematográfica). Ya les conté que a ese no quise quererlo más. Si sorprendía la canción gustaba, al fin y al cabo la noche seguía siendo bella, pero no gustaba el recuerdo de haber querido. Y el cajón se cerraba con un golpe seco de oficinista estresada.

Años después la misma canción me sorprendió del otro lado del río, cobijándonos de los 2 grados centígrados y de la complicidad del tiempo que desemboca en beso. Recuerdo la radio del auto que nos llevaba por las calles con números. Tun turu ruru rún. Y la conversación que se tomó un respiro tibio de paz y vino. Llegamos a 74 y 5, cruzamos la puerta y de ahí en más la historia fue nuestra. No les conté pero a este sí lo quiero, será por eso que a veces me agarra la pereza y me pregunto por qué no nos habremos seguido queriendo de cerca un poco más. Y el cajón se cierra con suspiro de oficinista melancólica.

En fin, la canción, volvamos, que desde esa noche la memoria va para atrás y por dos. Sorprende la canción, suenan los acordes y yo pienso en la noche fría y en los segundos de conmoción ante los semáforos de la avenida platense. Y solo a veces, y si es por decir algo domingo de tarde, me acuerdo de los chupitos de grappa con limón sobre la biblioteca.

Este domingo el spaghetti me sorprendió lavando los platos del fin de semana. Unas lagrimitas tímidas rodaron sobre la mesada de la cocina (mi drama no es solo memoria y la cinemateca se me sigue dando muy bien). Seguí lavando. Y sólo después de ver mi reflejo húmedo en el traste de una cacerola también húmeda me di cuenta de que, cabalgando el rock, entre medio de las dos historias, los diez años y los dos gordos, aún resiste mi sonrisa y mis ganas de querer.

Que ayer no es hoy, que hoy es hoy. Y yo sonrío, porque se viene la noche y empieza a hacer frío.

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